Animados por la iniciativa de S.S. Francisco en este año
jubilar de la Misericordia y organizados en nuestra parroquia de San Sebastián,
esta noche hemos participado en la jornada “24 horas para el Señor” que
comenzaba a las ocho de la tarde de ayer, viernes 4 de marzo, y ha finalizado
con la celebración de la sagrada Eucaristía de siete y media.

Ha sido una hora para el Señor, una hora para estar con Él y
escucharle, tanto en las lecturas pronunciadas desde el atril, como en las
cosas que ha ido contando personalmente y en silencio a los asistentes.
Y la última lectura ha sido este soneto anónimo a Cristo
que, para los hermanos del Amor, tiene tanto de íntimo y cercano como de
especial.
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
¡Tú me mueves, Señor! Muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muévenme en fin, tu amor, y en tal manera
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
¡Tú me mueves, Señor! Muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muévenme en fin, tu amor, y en tal manera
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
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